Hoy desde Epígrafe traemos esta pregunta. A la hora de iniciar proyectos, muchas veces queremos hacerlo con aquellas personas en las que más confiamos: hermanos, amigos, pareja, primos, etc. Esta puede ser una excelente decisión pero, si uno no toma determinados recaudos, se pueden generar problemas en el proyecto o la relación afectiva.

¿Cómo podemos separar lo laboral de lo afectivo? Más allá del vínculo profesional, es importante no perder la diversión, el compañerismo y el placer de trabajar con las personas que queremos. Epígrafe es un emprendimiento de tres amigas y colegas; por eso, queremos contarte nuestra experiencia.

El primer paso es separar ambas cosas: asignarle un espacio a la relación de amistad y otro distinto al proyecto. Es importante respetar los lugares de trabajo y evitar que se conviertan en reuniones para contarnos anécdotas personales; ya que impide avanzar en el proyecto. Del mismo modo, tampoco se deberían usar los encuentros familiares, cenas de amigos, salidas o vacaciones para hablar temas laborales. Es importante establecer límites.

Otro hito es la división de tareas. Si “todos hacemos todo” puede pasar que ninguno se haga responsable del asunto y esto provoque roces o discusiones innecesarias. También puede ocasionar que algunos le dediquen muchas horas al proyecto y otros menos. Si bien, parece algo menor, a largo plazo puede traer tensiones en el equipo. Es conveniente que se acuerde qué tareas realiza cada uno, cuánto tiempo le dedica y cuál debería ser la remuneración por la misma.

La organización, la claridad y la sinceridad entre compañeros de equipo son clave para formar un proyecto común.

¿Les gustó la nota? Si les interesa este tema, escriban en los comentarios para poder armar más material al respecto.  

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *